Entomofagia: Comer Insectos

Aunque raramente reflexionamos sobre ello, nuestra resistencia a saborear insectos es fundamentalmente una cuestión de cultura, dado que son simplemente otra fuente de sustento. Hoy, me gustaría adentrarme en el mundo de la entomofagia, que en griego significa “comer insectos”.

Es bastante plausible que los insectos hayan formado parte de la dieta humana durante milenios, mucho antes del desarrollo de herramientas para la caza y la agricultura. Existe evidencia en forma de coprolitos (excrementos fosilizados) que contienen hormigas, larvas de cucarachas y termitas.

 

En China, es común y está profundamente arraigado en su cultura consumir libélulas, saltamontes, escorpiones y arañas. En México, las delicias incluyen saltamontes, escorpiones, ahuautles, chauis y gusanos de maguey. En África, los gusanos y las langostas son una fuente vital de proteínas. En la historia reciente de Europa y Oriente Medio, la entomofagia sistemática solía ser una respuesta a las hambrunas o catástrofes, lo que la hacía poco común. En estas regiones, el consumo de insectos a menudo se asociaba con fracasos en las cosechas y se consideraba un tabú.

 

Sin embargo, lo que muchos no se dan cuenta es que todos participamos en la entomofagia no intencionada. Esto no se trata de ingerir accidentalmente una mosca mientras gritamos “libertad” en un paseo en bicicleta o en la proa de un catamarán rumbo a las Islas Cíes. En cambio, se refiere a la presencia inevitable de plagas de insectos en nuestra cadena de suministro de alimentos. La mayoría de las regulaciones alimentarias no prohíben la presencia de insectos o partes de insectos en los productos alimenticios. Por lo tanto, se pueden encontrar rastros de insectos, sus huevos o larvas en varios alimentos procesados sin representar un riesgo para la salud. Estos pueden incluir maíz enlatado, melocotones en almíbar, chocolate, mantequilla de cacahuete, diversas harinas, verduras congeladas o frescas y especias como el orégano y la canela.

Esta ingestión no intencionada puede agregar una dosis adicional de nutrientes a nuestra dieta, ya que los insectos son auténticas potencias nutricionales. Son ricos en proteínas, grasas (incluyendo grasas poliinsaturadas, omega-3, -6 y -9) y micronutrientes esenciales como hierro, calcio, magnesio, fósforo, manganeso, selenio y zinc, además de proporcionar fibra sustancial. Además, sus proteínas son de alta calidad y rivalizan con las que se encuentran en el pescado y la carne.

 

Por lo general, los insectos ofrecen un sabor cremoso, intensamente sabroso y ligeramente salado. Cuando se tuestan, se vuelven crujientes, y cuando se guisan, absorben los sabores de los condimentos. Para algunos “gourmets”, estos insectos son increíblemente deliciosos, y su consumo es una experiencia única. Por ejemplo, se dice que las hormigas cortadoras de hojas tienen un sabor agridulce, mientras que las hormigas de la miel, las hormigas culonas, las hormigas limón, los piojos, las cigarras y las termitas saben a lechuga. Las arañas tienen un sabor a patata y lechuga, las moscas, las larvas de mosca y los saltamontes saben a papel, y los escorpiones, diversos gusanos, orugas, abejas, avispas, cucarachas y grillos saben a pollo. Las tarántulas recuerdan al salmón, las lombrices de tierra, los escarabajos, los gusanos de seda, las langostas, los insectos palo, los chinches acuáticos, las libélulas y las polillas tienen un sabor a queso.

De acuerdo a mi limitada experiencia en la entomofagia, puedo afirmar que los grillos con sabor a barbacoa y los saltamontes fritos resultaron bastante sabrosos. La clave está en mantener una mente abierta respecto a estas nuevas experiencias culinarias, que pueden aportar novedad y beneficios para la salud a tu dieta.

¿Sabías que...? No te lo pierdas.